Agricultura biológica, agricultura ecológica o agricultura orgánica son términos que definen un tipo de agricultura que excluye el uso de productos químicos de síntesis como fertilizantes o para la protección de los cultivos, y utiliza técnicas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.
Según el informe presentado por una consultora alemana (FiBL/IFOAM), el mercado mundial de alimentos ecológicos se estima en 44,5 millones de euros, lo que lo convierte en un nicho más que interesante, sobre todo teniendo en cuenta que es relativamente reciente su diferenciación como sector productivo, apenas 25 años.
Además, hay que tener en cuenta que, aunque la producción ecológica se haya extendido por todo el planeta, el consumo real se centra en unos pocos países desarrollados. En Europa, son Alemania y Reino Unido los países que más invierten en alimentos ecológicos, aunque es en Austria y Luxemburgo donde representa un mayor % de la cesta de la compra.1
(1) Fuente: “Situación actual y perspectivas de la agricultura ecológica en España” González, V. Revista Vida Rural. 15/05/12.
En España en 1995 se cultivaban 24.078 hectáreas, que en 2.005 habían llegado a ser 807.569 ha. Ya en 2010, la superficie destinada a agricultura ecológica alcanzaba la cifra de 1.674.119 hectáreas, lo que convertía a nuestro país en el primero de Europa en producción (2)
(2) Fuente: Ministerios de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
También el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente señalaba, en los datos correspondientes al periodo que trascurrió entre el 1 de abril de 2009 y 31 de marzo de 2010, indicaba que cada español consume 35,4 kilos de productos ecológicos y gasta cerca de 29 euros en esa demanda. Los alimentos ecológicos, por tanto, representan ya un 1,9% sobre el gasto total en alimentación que realizan los hogares españoles, demostrando una tendencia claramente creciente en los últimos 10 años. No obstante, seguimos estando muy por detrás en consumo de países como Alemania ó Reino Unido, por poner dos ejemplos.
Hace años, la Unión Europea creó una comisión de expertos para iniciar la promoción de la “Organic Agriculture”, -de la cual formé parte- y todo parece indicar que esto no ha hecho más que empezar.
Correcto posicionamiento ante el consumidor
En una agricultura globalizada donde España ha perdido competitividad por precio frente a producciones de otros países no europeos, esta agricultura diferenciada puede aliviar la situación. Pero para que esta prometedora posibilidad sea cierta, aparte de una correcta política de producto, precio y distribución, dos factores serán clave: la credibilidad y el correcto posicionamiento de estos productos en la mente de los consumidores.
La credibilidad tiene que ver con la política de producto y puede ser el talón de Aquiles de esta agricultura, sobre todo en lo que al uso de productos biológicos de protección vegetal se refiere. La normativa europea de producción ecológica establece requisitos y restricciones con relación a los productos fertilizantes y fitosanitarios que todo productor ecológico debe conocer y que desde el 2007 están regulados por el reglamento 834/2007 del Consejo sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos. Gracias al reglamento existe una legislación que regula la fabricación y utilización de estos productos naturales, que van desde el control con enemigos naturales de las plagas hasta los extractos de plantas. Esta regulación y posterior control, han sido claves para que la picaresca, la ignorancia o la negligencia dejaran de poner en peligro la seguridad de los cultivos, de los agricultores, del entorno o de los propios consumidores.
Con respecto a la decisión del posicionamiento, -como queremos que perciba el consumidor estos productos “bio”, para que sean elegidos frente a los “otros”-, hay que ser cuidadosos y reflexivos, pues el posicionamiento es algo que se consigue a largo plazo, por ello no se debe cambiar y debe ser único, relevante y atractivo para el consumidor.
Para que esta agricultura, cuyos costes de producción suelen ser mayores que los de la convencional, sea un buen negocio, debemos dotar a estos alimentos de un posicionamiento que los haga ser percibidos como superiores al resto, ¿pero en qué?
Analizando los soportes y contenidos publicitarios que promocionan estos alimentos tanto en España como en Europa, se puede extraer una primera conclusión: se posicionan estos alimentos y la propia agricultura ecológica demasiado en contraposición con la convencional. Lo cual lleva a centrar los contenidos de los mensajes, en lo natural o exento de residuos químicos como único valor. Es decir, se vende salud, lo cual tiene sus ventajas pero también sus limitaciones.
La ventaja de este posicionamiento es evidente, puesto que aporta un valor muy apreciado por una parte de la sociedad que cuida mucho su salud y a la que también preocupa preservar el entorno.
La limitación también es clara: los aspectos sanitarios de los alimentos están muy regulados y, recientemente, hemos conocido aquellas alegaciones que la UE permite utilizar en el etiquetado, según las cualidades que están demostradas científicamente.
Considero que se debe de equilibrar este valor actual y saludable con otros igualmente importantes: el sabor y el placer. Siempre digo que no se come para curarse o no enfermar, sino para saciar el hambre y disfrutar y si además se come equilibradamente y con productos ecológicos, disfrutarás también de salud.
Por tanto, el posicionamiento correcto, bajo mi punto de vista, será aquel que tenga en cuenta ambos valores.
Sabor, factor competitivo
Un punto débil de estos alimentos suele ser el aspecto, lo cual hace más necesario tener en cuenta el sabor como factor competitivo que defina la calidad más allá del aspecto.
Cuando consigamos que un nuevo consumidor decida adquirir estos productos por primera vez, al tratarse de algo nuevo, va a poner toda su atención en la experiencia subjetiva del sabor y comparará este mismo alimento con experiencias anteriores guardadas en su memoria. Es el momento clave en el que la experiencia novedosa le puede dejar indiferente al no encontrar diferencias, o le puede resultar gratificante e incluso sorprendente.
Si la experiencia le resulta indiferente, lo único que le quedará es pensar que al menos esta comiendo más sano y esto, sin duda, es quedarse a mitad de camino. Por ello, considero que el agricultor ecológico debe esforzarse en conseguir alimentos con sabor, que siempre resultará más fácil que con la agricultura convencional.